martes, 18 de marzo de 2008

Ética contra corriente

M. Martínez Forega

Bajo los lemas “Alto Tajo, siempre vivo” y “Sobran Presas; faltan Ríos Vivos” ha celebrado la Asociación AEMS-Ríos con Vida sus XXVIII Jornadas en Peralejos de las Truchas durante los días 28 de junio al 1 de julio. Conversé con su Secretario General, César Rodríguez Ruiz, y, con la calma de quien sabe lo que lleva entre manos, me puso al corriente de su ¿ética? Sí, podemos sin rubor llamarla así: una filosofía de la conducta, un código, la asunción de unos principios inalienables que verter sobre la consideración de los ríos como espacios vivos, como hontanares de fertilidad natural. Me temo que no está muy extendido el conocimiento de las actividades de esta Asociación de voluntarios que, además de ser pescadores sobre todas las cosas (pescadores a mosca), prolongan su pasión y sus preocupaciones hasta más allá de la simple práctica lúdica. Me temo que ello sea debido a un prejuicio que recela y rechaza el asociacionismo de los pescadores; o tal vez se deba a que esta práctica haya desembocado en la consideración de que sus propuestas son extremas, radicales. Y yo me pregunto: ¿es que no hay que ser extremados, radicales, en la defensa de los ríos? Pues tal y como están las cosas, por supuesto que sí; hay que ser radicales. Yo creo que el pescador que ha oído las campanas de la AEMS piensa que la finalidad de su “política” es radicalmente contraria a la inveterada y adolescente costumbre de la captura como trofeo personal; y esto, además de ser hoy un pretexto residual, es cierto sólo a medias. Pero, claro, esa costumbre de llevarse el pez a casa, aunque no haya sido ni mucho menos el factor más dañino en la conservación de las especies, ahora, unido a otras agresiones más serias, contribuye negativamente a esa conservación. Aunque, ciertamente, lo que más nos tememos es que la hipotética malversación crítica de las prácticas de la AEMS se debe, en sustancia, a una todavía general incultura ecológica (y eso que, en este aspecto, se ha avanzado mucho), a la falta de penetración en las conciencias de que los ríos no deben ser ya basureros ni cloacas, a que sus faunas no son inagotables y que una práctica civilizada aconseja protegerlas por todos los medios. César Rodríguez (y Félix Fernández Carrasco, que se unió a la conversación) conoce muy bien aspectos que a la generalidad de los pescadores se nos escapan; conoce muy bien la hidrografía española, habla con soltura de ictiología, de hidrología, de entomología, de deforestación. Me dice que en España existen más de 1.300 grandes presas y en torno a 1.100 minicentrales hidroeléctricas; que las malas prácticas de quienes gestionan estos recursos constituyen no ya amenazas, sino ataques directos a la supervivencia de los peces y de su entorno exterior, porque no respetan un régimen ecológico y desvirtúan la fisonomía de los cauces mediante fluctuaciones extremas de su caudal. La AEMS ha denunciado estas malas prácticas, las ha llevado a los tribunales de justicia, ha roto una lanza a favor de los pescadores puramente epicúreos. La AEMS asesora y sugiere acciones a algunas Administraciones; éstas, sin embargo, a veces no, y a veces tampoco, no pueden o no quieren ponerlas en práctica; no pueden o no quieren poner en tela de juicio esa mala gestión hasta donde es posible hacerlo. Las Confederaciones Hidrográficas son también responsables, pero no se responsabilizan: no inspeccionan o inspeccionan poco y el asunto se les va de las manos. Vertidos ilegales, mortandades masivas de fauna piscícola no son, por otra parte, motivo, sino puntual, del interés de los medios de comunicación. Son muchos, desde luego, los frentes que todos los pescadores deberíamos atacar. Con independencia de la naturalidad de los ciclos climáticos que afecta también al estado de los ríos (hecho no soslayado por César), hay otros agentes agresivos externos que se unen a la generalizada devaluación de los ríos españoles. La deforestación industrial tiene mucho que ver en ello, pues los aportes de tierra y otros materiales al lecho del río ya no son los mismos en cantidad ni en calidad; estos aportes inducidos o forzados, sobre todo en los cursos altos, llegan en muchos casos a colmatar el lecho y, en consecuencia, tienen un efecto devastador sobre el régimen metamórfico de los insectos acuáticos, la freza y el crecimiento de los peces.
La AEMS acepta de plano el calificativo de conservacionista, y mantiene la tesis de que son los ríos los que han de ser protegidos. Protegiendo los ríos de las agresiones citadas, llamando la atención a las Administraciones sobre su guardería (vigilancia rigurosa del furtivismo), sobre su implicación prioritaria en actuaciones de inspección, de reparación y de rectificación, aunando y coordinando políticas de conservación comunes a la Administración estatal y autonómica, corregir los defectos de control sobre la introducción de especies invasoras (quién no recuerda la catástrofe de nuestro cangrejo autóctono), los ríos pueden recuperarse de su deterioro. Conservar el río es el asunto prioritario, y para conservar el río no es necesario ni oportuno reponer los peces que han desaparecido. La AEMS no es partidaria de centros ictiogénicos cuya finalidad sea obtener ejemplares sustitutivos de los salvajes. Funda su oposición en la degradación genética que ello supone, en la desvirtuación de la adaptación al medio y, por tanto, en la quiebra del desarrollo de la selección natural. ¿Cuántos pescadores apoyarían hoy estos planteamientos teóricos? Pocos, muy pocos, aunque se les presentaran estudios pormenorizados cuyos concluyentes resultados fueran esos.
No caben aquí todos los matices del debate, todos los lados de la argumentación. Pero los aquí expuestos creo que bastan para iniciar otros, para, cuando menos, reflexionar sobre lo que debemos y no debemos hacer. Yo le agradezco a César Rodríguez Ruiz su sinceridad y su deferencia. Estoy de acuerdo con él en casi todo. De lo que no tengo ninguna duda es de la absoluta necesidad de considerar el río como el principalísimo asunto.
Otro día hablaríamos de aspectos más próximos a la técnica, a la pesca propiamente dicha. Ambos quedamos emplazados para ese fin, como aquel rey Alfonso castellano.

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